La valentía y el honor frente a la política y diplomacia equivocada: Trafalgar.

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publicado por Atlee:


Recogiendo el guante lanzado por Roneando, intentaré acercaros a una de las más importantes batallas navales de todos los tiempos: Trafalgar; batalla por la que yo siento predilección desde que leí hace tiempo el primero de los Episodios Nacionales de Pérez Galdós, de homónimo nombre a la batalla y que recomiendo a todos los que guste la temática y el periodo histórico donde se desarrolla.
Trafalgar, la batalla que supuso el inicio del fin del poderío naval español, tiene como antecedente claro, la rivalidad mantenida contra Inglaterra durante siglos por el control de los océanos, en particular por el control de las rutas atlánticas, vitales para el imperio de ultramar español.
A finales del XVIII, esta rivalidad va a verse alimentada por un nuevo contexto, las guerras napoleónicas. En su deseo de extender su poder por Europa, Napoleón pronto planteará invadir las Islas Británicas. Tras los acuerdos y pactos firmados con España como aliada, la armada española pronto se convertirá en la herramienta perfecta para lograrlo.
De esta forma, entendemos la batalla de Cabo de San Vicente en 1797, el combate de Algeciras en 1801 y las operaciones combinadas en el Caribe con el objetivo de distraer y debilitar a la Royal Navy inglesa. En muchas de estas batallas y acciones, ya se intuía que España estaba prácticamente en la bancarrota y que por ello, parte de la flota quedaba en los puertos sin preparar a causa del alto coste que esto suponía para las arcas del Estado. En puerto, quizá se podían mejorar los ejercicios de cañón, pero no la falta de práctica en navegación de las tripulaciones, hecho que también constituía un grave problema. Del mismo modo, la mala situación económica afectaba a todos los oficiales españoles, ya que llevaban meses sin cobrar.
Sin embargo, y pese a la catastrófica situación de partida, cuando el Vicealmirante Villeneuve, siguiendo las órdenes de Napoléón le expone a Gravina la necesidad de que el combinado francoespañol partiera hacia el Mediterráneo, y por tanto, hacia un enfrentamiento seguro contra los ingleses, el Almirante en jefe español ordenó a su escuadra prepararse para el combate. Gravina sabía que no era el momento óptimo para llevar a cabo esa operación, por eso, aún estando dispuesto para la lucha, recomendó esperar, por ser el viento desfavorable y aproximarse un temporal en la zona. Finalmente, desobedeciendo las apreciaciones de los marineros españoles, Villeneuve por miedo a ser destituido, ordena que la flota zarpe de Cádiz el 20 de octubre de 1805. Un día después tendría lugar la batalla.

Nelson, el inglés que los esperaba a la altura de cabo Trafalgar a bordo del Victory, había triunfado en un par de batallas anteriores dejando ver su maestría y genio militar. Ahora se preparaba para dar la estocada final a sus enemigos.
Al conocer Villeneuve la posición de la escuadra inglesa ordenó equivocadamente virar y poner rumbo a Cádiz, lo que desordenó a la escuadra hispanofrancesa. Ese desorden fue aprovechado por Nelson para atacar. En el viraje, la retaguardia del combinado tuvo que ser la primera en responder a la artillería inglesa, mientras, muchos barcos de la vanguardia, seguían rumbo a Cádiz muy adelantados ya a la línea de combate. Al ver las señales de los barcos de la retaguardia algunos de ellos, desobedeciendo las órdenes, viraron para entrar en batalla junto a sus compañeros, otros para vergüenza del contra almirante francés Dumanoir, siguieron rumbo a Cádiz sin entrar en batalla. Gravina y Churruca, ya habían advertido que esa maniobra les dejaba a merced inglesa, ya que la formación aparecía como una inmensa línea curva irregular de más de cinco millas de longitud, con unos barcos apelotonados, otros doblados y con varios claros, uno de ellos muy amplio que prácticamente dividía en dos la armada. De costado a la formación dirigida por Villeneuve y con viento a favor, la flota inglesa avanza formando dos frentes paralelos, lo que les daba mayor ventaja en el ataque. La batalla se prolongó durante casi una hora y media, en la que los ingleses iban reduciendo una a una las embarcaciones aliadas, no sin que antes vendiesen cara su derrota ( En este sentido solo habría que estudiar los graves daños del Victory, el Royal Sovereign, el Temeraire, etc..)
Dos horas después la flota franco-española estaba acabada, con la mayoría de sus buques rendidos o en proceso de hundimiento (entre ellos el Santísima Trinidad, entonces el mayor buque de guerra del mundo con 136 cañones y el único con cuatro cubiertas de artillería).
En lo humano, Gravina cayó herido, pero muchos otros importantes marinos murieron en combate, entre ellos Alcalá Galiano, Francisco Alcedo o Churruca, por parte española y el propio Nelson del lado inglés. Hacia Inglaterra, fue llevado como prisionero Villeneuve, quien durante la batalla y viendo lo que le esperaba, gritaba por la cubierta del Bucentauro " Entre la carnicería que me rodea, ¿No hay una bala destinada a mí? ", posteriormente fue puesto en libertad.
España perdió diez de sus quince barcos en la batalla, con 1022 muertos, 2500 heridos y casi 2500 prisioneros. En el mar, Napoleón había perdido toda oportunidad de derrotar a los británicos, y España, la flota que necesitaba para cubrir “la carrera a Indias”. Gran Bretaña se hacía así definitivamente con la hegemonía marítima y el comercio americano.

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